Vida Cristiana
Combate el pecado con una palabra
No al pecado
Tu matrimonio se forma por tu compromiso de decir no. Tu forma de criar hijos se forma por tu disposición a decir no. Tus amistades se forman por la frecuencia con la que dices no. Tus amistades y tu comunión en el cuerpo de Cristo se determinan por tu disciplina al decir no. No me refiero a decir no a tu cónyuge, a tus hijos o a tus amigos, sino más bien a lo importante que es espiritualmente decir no a ti mismo. Es importante entender que nadie corre mayor peligro que tú debido al pecado que aún reside en tu interior. Ese pecado te hace susceptible a las innumerables tentaciones que te saludan todos los días. Cuando te enfrentas a todo el engaño, la seducción y el atractivo de la tentación, es importante que digas no a los deseos pecaminosos que te atraen y te hacen querer decir sí.
Evangelio de cada día
Paul David Tripp
En el devocional Evangelio de cada día, Paul David Tripp guía a los lectores a través de toda la Biblia en un año, ayudándoles a conectar el poder transformador de las Escrituras con su vida cotidiana.
Debes entender dos cosas cuando te enfrentas a la tentación. Primero, en ese momento nadie puede decir no por ti. Solo por la gracia empoderadora de Dios puedes alejarte del atractivo de la tentación y correr en la otra dirección, y nadie más puede hacer eso por ti. Segundo, dirás no solo cuando veas el pecado como algo profundamente malo y destructivo. Porque sabía que todos lucharemos con el pecado y la tentación hasta que estemos del otro lado, Dios ordenó que el siguiente pasaje se registrara y conservara:
Si tu mano te hace pecar, córtala. Es mejor para ti entrar en la vida cojo que con dos manos ir al infierno, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace pecar, córtalo. Es mejor para ti entrar en la vida cojo que con dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te hace pecar, sácalo. Es mejor para ti entrar en el reino de Dios con un solo ojo que con dos ojos ser arrojado al infierno, donde el gusano de ellos no muere y el fuego nunca se apaga. (Marcos 9:43–48)
El pecado es una batalla del corazón y se gana o se pierde allí.